La fotografía está cumpliendo ciento sesenta años. Sin embargo, tan pronto como la daguerrotipia hizo su aparición (París, 1836) surgieron voces que vaticinaban una precoz decadencia de la pintura, o al menos de las ramas que requerían la mera capacidad manual, sin alma ni razón. Tal profecía no se cumplió; en cambio, actividades como la pintura de retratos y recorte de siluetas, entonces tradicionales, fueron reemplazadas en breve tiempo por el nuevo procedimiento. En lo sucesivo la relación entre la pintura y la fotografía se hizo más flexible.
Aun cuando los primeros fotógrafos provinieron del campo de los artistas gráficos, grabadores y pintores, los príncipes de la pintura no pudieron servirse de la fotografía para sus retratos; si acaso, a escondidas, pues el uso de un medio auxiliar mecánico no obedecía al concepto de la creatividad. En los años conocidos como "Fin de Siglo", la fotografía artística se orientó hacia el impresionismo, reafirmando cómo los rasgos plásticos se tomaban del medio más antiguo. Sin lugar a dudas, la mayor influencia de la fotografía sobre la pintura consiste en el hecho de haberla librado de la obligación de retratar fielmente. Es muy probable que la pintura abstracta no hubiera nacido ni prosperado, si la fotografía no se hubiese encargado del requisito social de reproducir la realidad. De este modo a la pintura se le abrieron espacios libres para crear y desarrollar nuevos lenguajes pictóricos; aspectos parciales -como la composición, la estructura del plano superficial o las combinaciones de colores que en el pasado se sometían y servían a los cuadros retratistas y, por ello, apenas alcanzaban el carácter subordinado de un intento de trabajo descriptivo- se han ennoblecido por obra de los artistas hasta erigirse como el objeto único del cuadro.
Es decir, cuando la fotografía, la industria fílmica y la televisión se encargaron de la función de retratar, de copiar, emergió para la pintura la posibilidad de desbrozar el camino de su propio desarrollo como un fin en sí mismo, elevando a la vez los enigmáticos problemas de los colores o de la composición al objetivo absoluto de la pieza pictórica. Así, el cuadro y el arte entraron de lleno al reino de la libertad.
Por su parte, tal desarrollo no ha dejado de influir en la fotografía misma, sobre todo en la fotografía artística. Christian Schad, y luego Moholy-Nagy, Man Ray y otros crearon en la cámara oscura a partir de 1918 obras fotográficas sin la menor intención de reproducir la realidad desde la perspectiva naturalista, componiendo más bien -como jugando- una realidad pictórica distinta mediante formas fotocopiadas. Desde los años 30, Otto Alfred Schulze, mejor conocido como Wols, ha creado, aunque no en la cámara oscura sino con la fotográfica y de modo convencional, composiciones pictóricas abstractas y surreales, además de sus cuadros y dibujos. Las fronteras entre los diversos medios y procedimientos para realizar cuadros perdieron toda nitidez. Las obras-límite o fronterizas entre la pintura y la fotografía definieron la historia del arte del siglo XX.
En semejante perspectiva se sitúan los cuadros fotográficos de Frank Baquet. Sus últimas obras constituyen la negación misma de cualquier tipo de representación de la realidad visual. Contrariamente al consagrado interés en reproducir un objeto, en sus composiciones carece totalmente de relevancia lo fotografiado o su entorno. A pesar de ello, no obstante, el artista insiste en que reproduce la realidad: una realidad con la que nos topamos día a día y que existe más allá de lo que se acostumbra a captar a diario mediante nuestra manera de mirar y ver. Las imágenes fotográficas de Baquet no son el resultado de vivencias o escenificaciones que luego han sido congeladas, el artista afirma que no usa material fílmico, ni manipulación de ampliaciones en cámara oscura; se sirve de un solo medio de artificial. Como materia prima de sus copias en blanco y negro no utiliza el negativo negro-blanco, sino diapositivas en colores que, según las "leyes" fotoquímicas, producen resultados en que un cielo azul claro en la naturaleza y en la diapositiva luce casi negro en la ampliación; en cambio, una raya roja se presenta como una línea blanca.
Si la fotografía en blanco y negro es ya una abstracción, en cuanto copia de la realidad comparada con la foto en colores, entonces la inversión de los valores de luminosidad hace que la imagen así obtenida se aleje aún más de la rutina visual cotidiana. Pero esto quizás no basta para que la fotografía obtenida en esta forma aparezca como una pintura en blanco y negro imposible de identificar. Con poco entrenamiento el ojo es perfectamente capaz de reconocer o distinguir el objeto retratado aunque sea en negativo.
Baquet, mediante la selección del recorte, hace prácticamente imposible la identificación del motivo de su cuadro realizado con semejante técnica de composición. Los objetos así copiados pueden parecer revoque desconchado, asfalto, restos de "graffiti" o carteles de papel. Comoquiera que el asunto ya ha aparecido repetidamente en la prensa local, no estoy revelando secreto alguno cuando digo que el artista halló motivos -para las obras galardonadas con el premio artístico del Círculo "Rhein-Sieg"- encima y detrás del vidrio de las ventanitas de cristal de las casetas de vigilancia
Así llegó pues a una marca de identidad que distingue los trabajos de Baquet (que él describe como "fototrabajos") de las imaginables pinturas en blanco y negro. Las láminas de cristal retratadas poseen dos lados cuyas superficies pueden estar sucias, embadurnadas, acaso con algún pegoste encima y arañadas. Si la cámara enfoca el plano delantero, entonces el plano distante del cristal, alejado tan sólo unos milímetros, va a quedar ligeramente borroso, desenfocado; mientras más alejados tanto más borrosos quedarán los objetos en la imagen obtenida. Las capas de arañazos, polvo, restos de pintura y cola que se encuentran en planos situados unos encima de otro junto con los reflejos de los rayos del sol en dichas estructuras y la colocación de tales planos en una secuencia individual de enfoque y desenfoque genera esas diferencias de nitidez, esa profundidad tan finamente graduada que tal vez no se pudiera lograr con los medios pictóricos.
Debe reconocerse que las obras de Baquet, con sus motivos y estructura en cada cuadro, suelen evocar conceptos afines que predominan en el arte de la pintura; no obstante, sin lugar a dudas, en virtud del juego entre la nitidez y lo borroso, reclaman el merecido concepto de "fototrabajos".
Premio del Arte del Circulo Rhein-Sieg 1995 por Dr. Herbert Pogt (Von der Heydt Museo, Wuppertal) (Revisión del castellano por Prof. Luis Anibal Gómez)
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